jueves, 22 de enero de 2009

¿Dónde viven las distintas especies de peces? 1ª Parte

El elemento líquido en el que vive el pez condiciona su vida, principalmente a través de tres factores: la temperatura, la cantidad de oxígeno disuelto y la cantidad de alimento disponible.
Hemos colocado a la temperatura en el primer lugar porque el pez (no sin motivo) es un animal de sangre fría, o más exactamente poiquilotermo –como todos los animales, salvo las aves y los mamíferos-. Para mantener constante su temperatura interna tendría que producir una cantidad relativamente elevada de calor y disponer de escamas aislantes. En cambio, tal como ha sido estructurado por la evolución, su cuerpo está a la misma temperatura que el agua que le rodea, con una diferencia inferior a un grado centígrado.
Algunas especies viven en aguas frías y no podrían resistir mucho tiempo en aguas cálidas; con otras especies sucede lo contrario. Es el caso, por ejemplo, de la trucha típica habitante de las frías aguas de montaña, y de la carpa, que tiene por el contrario su hábitat óptimo en las aguas templadas y lentas de la llanura.
También la necesidad de oxígeno condiciona la presencia y la abundancia de distintas especies; un caso típico es el tímalo, que necesita aguas bien oxigenadas y soporta variaciones muy limitadas de temperatura: sólo se encuentra bien en aguas cuya temperatura esté comprendida entre los 8 y los 18 grados.
El caso contrario lo tenemos en el cacho, que conserva toda su actividad tanto en pleno invierno como en el cálido verano, y se encuentra tanto en aguas frescas de montañas a cotas superiores a 600 mts. sobre el nivel del mar, como en los tibios lagos y estanques de llanura y en las aguas fluviales hasta su desembocadura en el mar.
Contrastando con la actividad ininterrumpida del cacho está el casi letargo invernal de la carpa. Este pez, que aunque se mueve poco es muy activo en los meses cálidos, sufre un frenazo en su metabolismo, es decir en todos sus procesos vitales, al bajar las temperaturas, hasta yacer inmóvil en el fondo de los remansos donde casi llega la llega a cubrir el cieno. Hay especies que tratan de escapar a la diferencia de temperatura de las aguas entre el verano y el invierno –al menos en parte- por medio de las migraciones; remontan las aguas más frescas de los afluentes si se trata de un río o migran verticalmente hacia aguas más frías y profundas si se trata de un lago.
La temperatura, además, es un factor que determina la disponibilidad de alimento en los ambientes acuáticos. Las aguas frías y limpias de alta montaña, que corren veloces entre orillas sin vegetación, ofrecen pocos recursos alimenticios a los peces; las aguas lentas de llanura por el contrario, ricas en vegetación tanto ribereña como sumergida, contienen además de la flora comestible una numerosa microfauna y fauna menor que garantiza a los peces una importante reserva alimenticia.
Estas aguas también reciben del exterior muchas reservas de alimentos –pequeños crustáceos, insectos, gusanos y larvas- que pueden caer a ellas accidentalmente o bien como muchas larvas que crecen en ellas durante una fase de su ciclo biológico. También caen bayas de plantas silvestres y otras sustancias procedentes de los cultivos, sobre todo de los hortifrutícolas.
El pez resiste bien los ayunos prolongados y cuando puede, traga la comida con voracidad digiriendo grandes cantidades de alimento. Se trata de una adaptación a la supervivencia en las aguas dulces (o en gran parte de ellas) en las que varía notablemente la cantidad de alimento disponible según las estaciones, las condiciones meteorológicas, el estado del agua y otros factores variables.
Los hábitats –ambientes en los que viven los peces- son muchos y muy variados. Haremos un repaso de los más importantes, ya que se trata de nociones preliminares que resultan indispensables para todo aquel que haya decidido convertirse en pescador deportivo y obtener alguna satisfacción con este deporte; los examinaremos siguiendo el orden más natural, es decir de arriba a abajo, de la fuente a la desembocadura, tal como bajan las aguas, desde la montaña al mar.

LAGOS DE MONTAÑA. Se trata de cuencas de dimensiones variables, naturales unas y artificiales otras, creadas mediante presas para embalsar el agua que se destina a la producción hidroeléctrica. Son alimentadas por aguas glaciares, torrentes y manantiales subterráneos. Sus aguas naturalmente son muy frías y durante el invierno suelen estar cubiertas por una capa de hielo, así como gran parte de la primavera. Por tanto, las condiciones ambientales son muy duras.
En ellas sobreviven la trucha y el salvelino gracias a la labor de las sociedades de pescadores deportivos y otros organismos que las repueblan regularmente con esos peces y también con otros pececillos que resisten mejor los rigores del clima (por ejemplo: cotos, vairones y piscardos), destinados a alimentar a los hambrientos salmónidos en la estación más dura.
Los descensos de población causados por años meteorológicamente anómalos u otros factores se remedian introduciendo alevines (peces jóvenes) para la repoblación. La pesca en estos lagos está limitada a un período bastante corto, desde el final del deshielo (por lo general a mediados de junio) hasta setiembre inclusive. Está regulada por las autoridades a través de ordenanzas locales.
Las truchas hambrientas caen fácilmente en el anzuelo durante los primeros días de pesca cuando se utilizan CEBOS ARTIFICIALES, y luego con los NATURALES, los que se hacen trabajar en profundidad.
El empleo de cebos vivos capturados en los alrededores de los lagos da unos resultados especialmente fructíferos; cuando se usan libélulas, por ejemplo, se obtienen excelentes capturas. En julio y agosto se puede apreciar alrededor de estos pequeños lagos la existencia de una vida vegetal y animal intensa y pujante, pese a la limitación que supone la altitud. Algo que también acude en ayuda del pescador es la belleza de la naturaleza incontaminada, haciendo más placentera la práctica del deporte y compensando con creces cualquier esfuerzo que pueda realizarse para alcanzar unas cotas tan altas.

EL TORRENTE DE MONTAÑA. Para el pescador, al igual que para el geógrafo, un torrente es un curso de agua, generalmente de montaña pero a veces también de llanura, que se caracteriza por sus variaciones súbitas y espectaculares de caudal, pasando del estiaje a las impetuosas riadas.
En los torrentes de montaña el agua suele ser clara y poco abundante si la comparamos con la de los ríos, de modo que casi siempre resultan fáciles de vadear sin mojarse siquiera los pies, en algunos lugares. Las condiciones ambientales tanto en el lecho del torrente como en los alrededores, son de lo más variadas. Hay cortos tramos más o menos llanos en los que el agua corre sin hacer ruido, pequeños rápidos de aguas turbulentas cubiertas de espuma, cascadillas en cuya base la fuerza del agua ha excavado ollas más o menos profundas, tramos con grandes piedras y otros con guijarros o grava y tramos en los que la corriente se estrecha entre grandes peñas y el agua tiene un empuje impetuoso.
En la parte superior el torrente de montaña es alimentado por glaciares o manantiales, y también por las precipitaciones atmosféricas; el nivel del agua es alto en las pozas y tramos en los que la corriente ha excavado el lecho obligado por las rocas y las grandes piedras, mientras que en los tramos llanos es bajo. De cualquier manera la trucha se encuentra en todas partes, siempre dispuesta a engullir el alimento que le ofrece la corriente o el pescador.(Los peces comen sobre todo larvas y pequeños animalitos acuáticos, así como insectos y diminutos animales que caen al agua, algas, brotes vegetales, huevos de pez y otros peces.)
Al igual que en los pequeños lagos de alta montaña la trucha es la especie que predomina en el torrente de montaña, es la reina de las aguas frías hasta los 2000 mts. sobre el nivel del mar, o incluso más arriba. El agua está bien oxigenada en los cursos de agua de montaña, ya se trate de arroyos, torrentes o tramos superiores de los ríos; y su temperatura nunca sobrepasa los 10 o 12 grados centígrados. Esta temperatura delimita la llamada “franja de la trucha”; en ella no hay vegetación acuática o es muy reducida y el pez come lo que le llega del ambiente que le rodea, sobre todo insectos y larvas de insectos –como las de las frigáneas y las efímeras-, así como también algunos moluscos y lo que cae casualmente al agua, como las lombrices.
Por un lado se trata de una vida difícil para las truchas, las que muchas veces no alcanzan las dimensiones normales debido a la escasez de alimento. A los ejemplares que viven en torrentes interrumpidos por abundantes laguitos les va algo mejor, dado que en un mayor volumen de agua pueden encontrar más comida desplazándose de un lago a otro.
En su ambiente de montaña la trucha pica bien, a no ser que el pescador la espante moviéndose de forma ostentosa o ruidosa, o moviendo la caña de un lado a otro. Allí donde el agua es menos veloz y más profunda resulta más difícil sorprender a la trucha, que siempre está sobre aviso.
Al cebo natural hay que dejarlo arrastrar por la corriente. El pescador debe limitarse a guiarlo justo por los bordes de la corriente, reteniéndolo un poco al acercarse los obstáculos. Los mejores resultados se obtienen haciéndolo correr por el fondo y dando algún pequeño tirón hacia arriba de vez en cuando, que es lo que hace que muchas veces el pez salte y pique el anzuelo.
Después del cebo natural, la mejor aliada del pescador en los torrentes es la cucharilla, que se mueve tanto a ras del fondo como a profundidad media, a pequeños saltos o con un movimiento uniforme. La trucha sabe realizar ataques repentinos, pero también sabe mantener una prolongada persecución cuando su línea lateral le hace percibir las vibraciones de algo que se mueve en el agua, presumiblemente comida.
En los torrentes también se practica la pesca con insectos artificiales, especialmente la “pesca con mosca”.
Además de la trucha en estas aguas se puede encontrar el Salvelino o trucha de Fontana, otro de los SALMÓNIDOS con el que suelen repoblar las sociedades de pescadores. También hay otros peces de escaso interés como la colmilleja, el lobo o más abajo el ciprínido gobio, que parecen estar colocados allí por la madre naturaleza a propósito para que las truchas puedan disfrutar de vez en cuando de una comida sustanciosa.
También encontramos al vairón, cuya captura resulta divertida cuando se realiza con mosca, tanto si es seca (cuando se la mueve a flote como si fuera un insecto caído), como ahogada o sumergida (metida en el agua para simular una ninfa o una larva).
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